Como seguramente sabes, el pasado 27 de marzo hubo revuelo internacional por la situación que protagonizaron los actores Will Smith y Chris Rock en la gala de la entrega de los premios Óscar. Will dio una bofetada a Chris cuando éste hizo un chiste sobre su esposa.
Posteriormente, Will, al resultar ganador del Óscar, se disculpa y de alguna forma se justifica diciendo que "el amor lleva a hacer cosas locas", pretendiendo que las emociones y los sentimientos nos pueden librar de la responsabilidad de nuestras acciones o disminuir la gravedad de las consecuencias, cuando en realidad, para actuar éticamente, el autocontrol es indispensable e incluso tanto o más relevante que conocer normas de conducta o leyes, pues aunque seamos expertos en cualquier regulación, si carecemos de autocontrol nos meteremos frecuentemente en problemas que nos dañarán y afectarán también a nuestras familias.
Apliquemos esto a nuestro contexto laboral. Nuestro Código de Ética y Conducta, en su apartado sobre Violencia Laboral indica que está prohibido dirigirnos a cualquier persona con palabras altisonantes u ofensivas, aclarando que "ni en forma de broma". Muchas ocasiones hay colaboradores que preguntan por qué ni en broma, si hay confianza y camaradería por qué no permitirlo; si es "la carrilla" y todos "aguantan", por qué impedir comunicarse de esta manera .. Pues bien, se trata de un principio de prudencia con el que evitamos los efectos nocivos de palabras y bromas como la que hizo Chris Rock, y consecuencias pésimas como la conducta de Will.
Nosotros podemos generar un ambiente donde estando "de buenas", todos toleremos o soportemos apodos, burlas o bromas pesadas, pero ¿qué pasaría si uno de esos días cualquier miembro de un equipo así ha tenido un mal rato, si ya se enfrentó a alguna situación que lo alteró, lo molestó o le provocó alto estrés? ¿cuál sería mi reacción si le hacen ese tipo de bromas o se dirigen con esas palabras a alguien a quien yo ame, a mis padres, a mis hijos? En un escenario así, lo más probable es que estímulos como un apodo o una broma, un grito o un trato humillante sea la gota que derrame el vaso y termine en violencia física.
He aquí el límite ético para cualquier broma o para nuestras palabras y acciones en general: el respeto. Si mis palabras no tienen la calidad humana de dignificar a los demás, y, por el contrario, las uso para aprovecharme, reírme y burlarme de alguien, humillarlo, ponerlo en ridículo, hacerlo sentir mal o dañar su imagen, estoy lejos de ser la mejor versión de mí mismo y hacer el mayor bien posible o crear un ambiente de verdadera confianza.
En sentido positivo, el ABC de nuestro Código nos recomienda en su segunda afirmación "Buscar las mejores palabras para dirigirnos a los demás, de manera que, en público, en privado, o a través de redes sociales y aplicaciones de mensajería, establezcamos siempre relaciones respetuosas y con sentido humano". Apliquemos este principio en todos los aspectos de nuestra vida.